Investigación

Las prácticas sociales de la lectura
y la escritura en el nivel inicial1


"La lectura de la palabra no es sólo precedida por la lectura del mundo
sino por cierta forma de escribirlo o de reescribirlo,
es decir de transformarlo a través de nuestra práctica consciente".
Paulo Freire (1981)


Reflexiones iniciales

La lectura y la escritura son prácticas sociales con un objeto particular, la lengua escrita. Objeto creado por la cultura, imprescindible en el funcionamiento de nuestra sociedad. La lengua escrita es mucho más que un conjunto de marcas gráficas para sonorizar o transcribir. Además de un sistema de notación convencional, el lenguaje escrito representa distintas formas discursivas que están presentes en la vida del niño: carteles y folletos publicitarios, diarios, revistas, textos en las pantallas de la TV; 2 cartas, boletas de servicios, calendarios,
agendas, libros de cocina, libros de cuentos, de poesías, enciclopedias, etc. Ese mundo complejo no se desentraña con el reconocimiento de las letras. Señala Emilia Ferreiro: “Las propiedades de los objetos sociales sólo se pueden develar a través de interacciones sociales. La adquisición de la lengua escrita incluye el aprendizaje del código pero no se reduce a él”.3
Todos los adultos practicantes del lenguaje escrito hacen variadas cosas cuando leen o escriben. Ponen en juego distintas estrategias para obtener significado de un texto o para producirlo; se esfuerzan para utilizar ortográficamente el sistema de notación cuando escriben o ponen en juego sus conocimientos del sistema para anticipar o verificar un significado cuando leen. Pero también utilizan sus saberes sobre el lenguaje que se escribe, sobre los géneros discursivos y sus soportes textuales. Estos quehaceres propios de los que leen y
escriben son prácticas que tradicionalmente la escuela no reconocía como saberes a enseñar.
Los niños construyen estos saberes en forma simultánea durante el proceso de apropiación del lenguaje escrito. Por eso, la escuela debería hacerse cargo de su enseñanza, es decir de la comunicación de esos saberes en el marco de verdaderas prácticas sociales. Porque si en el mundo social las prácticas de lectura y de escritura son muy importantes, también lo deberían ser en la escuela (I).
La tradición escolar “domestica ese objeto, decide que las letras y las combinaciones se presentan en cierto orden, y construye secuencias con la buena intención de facilitar el aprendizaje”.4 Es decir, convierte ese 1 DGCyE, Diseño Curricular para la Educación Inicial (Res. 4069/08). La Plata, DGCyE, 2008, “Prácticas de objeto de la cultura con el que se realizan prácticas sociales en un objeto distinto, en un objeto que tiene entidad solamente en la escuela. Tal es el caso de los libros de texto, que no corresponden a ningún género textual definido y además presentan las letras siguiendo criterios de graduación. Su principal característica es que fueron creados para enseñar a leer de acuerdo con un modelo que comienza desde lo supuestamente simple a lo complejo.
En cambio, el enfoque de este libro sostiene que mientras se lee con un propósito auténtico se aprende a leer, porque los textos auténticos permiten a los chicos emplear sus saberes acerca del mundo y acerca de los textos para obtener significado.


¿Qué sucede en el jardín de infantes?

El jardín de infantes no tiene tras de sí el peso de tantos años de identificación con esos modelos de enseñanza ni con esa concepción del lenguaje escrito (II). Pero encontramos en los jardines varias propuestas didácticas que se alejan de la prescripción curricular. Una muy frecuente es la de repetir adelantando en el tiempo estos modos de enseñanza escolar, tan cuestionados por la investigación didáctica promover situaciones que privilegian la lectura y la escritura descontextuadas de su sentido social (copias y ejercitaciones en cuadernos, con el único propósito de “hacer tareas”, nombrar letras o números, descifrar, leer solo si los
niños lo hacen convencionalmente) . Otra práctica habitual en el jardín de infantes es la de asimilar estas nuevas propuestas a otras clásicas que responden a concepciones muy diferentes a las actuales como, por ejemplo, circunscribirse al desarrollo de actividades preparatorias, conocidas en nuestro medio como aprestamiento o incorporar algunas actividades relacionadas con la lectura y escritura, sin tener en cuenta los diferentes propósitos y concepciones teóricas, a veces contrapuestas, que las orientan. Si bien es cierto
que en muchos jardines de infantes bonaerenses se planifican y desarrollan prácticas con el lenguaje y los textos, en ocasiones, se incorporan esas prácticas asimilándolas a los modelos conocidos. Un ejemplo de esta situación es cuando en el momento del pasar lista se reemplazan las imágenes o contraseñas por los carteles de los nombres propios, sin realizar ninguna intervención para que los niños reflexionen sobre lo que en ellos está escrito.
Ante esta descripción, sin duda incompleta y algo esquemática de lo que sucede en muchos establecimientos de nivel inicial, nos preguntamos qué debería hacer el jardín de infantes con las prácticas sociales de la lectura y de la escritura. Una de las respuestas es considerar que debe incorporar a la cotidianeidad del jardín la lengua escrita como contenido de enseñanza pero en el marco de prácticas comunicativas y sociales.
Prácticas con textos reales en contextos también reales de comunicación. Para hacerlo, los docentes orientarán su tarea con el propósito didáctico de promover la interacción de los niños con variados tipos de textos, para “iniciarse en la apropiación del lenguaje escrito, poniendo en juego sus propios saberes, para reconceptualizarlos y construir otros nuevos” y propiciar la constitución de una comunidad de lectores en la sala y en el jardín.
Ejemplo:
• Escribir cartas y enviarlas; explorar varios recetarios de cocina para seleccionar una receta,
leerla detenidamente para preparar la comida elegida; leer cuentos o escuchar leer e intercambiar opiniones con otros lectores de la sala o del jardín; escribir una recomendación de los cuentos que nos gustaron para que la lean los nenes de otra sala o los papás; escribir en la agenda las actividades de la semana para no olvidarlas; leer día a día la agenda para recuperar memoria, entre otras posibles prácticas de lectura y escritura.




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